Saturday, January 11, 2014

Sabado 14:13, January 11 2014

Estabamos en un avión.
Volviendo a nuestra ciudad. 
No sé de donde veníamos, pero estuvimos ahí mucho tiempo. Extrañábamos nuestros hogares, nuestras familias y amigos. Extrañabamos nuestras vidas.
Aunque desde bien adentro sabíamos que las cosas iban a cambiar.

Pero estábamos felices de volver. 
Eramos tan amigos, tan cercanos.
Compartimos muchas experiencias y los dos las guardábamos tan profundo en el corazón.
Como la primera vez que te enamoraste; un sentimiento dulce y delicado. Hermoso. Por eso lo guardas tan preciadamente en tu mente y en tu corazón.
Y aunque el sentimiento lo olvides con el pasar del tiempo, siempre vas a recordar que lo sentiste (y con quien) y aunque lo intentes revivir una y otra vez en tu memoria, como una película, se gasta, entonces solo lo dejas para momentos especiales.

Llegamos de noche, caminamos por las calles, parecía una película filmada en París.
"El Adios"
"El Comienzo de la Distancia"

Las calles eran oscuras, con poca iluminación por parte de las luces públicas.
El suelo era de ladrillos y rocas plomas.
Caminábamos juntos, llevando unas mochilas y unos bolsos de mano.
Conversabamos, nos reíamos, hablabamos de nosotros y de lo que significaba volver.
Hablabamos de nuestras familias, de lo que haríamos al llegar a casa.

Llegamos a mi hogar primero, el subió conmigo.
Estaban las luces apagadas, no sabía si estaban en la casa.
Al encontrarlos, en sus sueños, los saludo, les doy un beso y cierro las puertas para no interrumpir.

Camino en la oscuridad hacia el. 
Suavemente, pero segura, tomo su mano para que me siga, invitándolo a la cocina. 
Estábamos hablando en silencio. No queríamos despertar a nadie.
Nunca he sido capaz de hablar con alguien directamente a la cara, mirando a los ojos. 
No por cobardía, sino porque se hubiese sentido muy intimidante para la otra persona.
Pero no con él, con él nunca fue así, es más, desde el comienzo tuvimos esa costumbre de hablarnos a la cara, viendo nuestros ojos muy de cerca.

Su cara se acercaba a la mía, yo suavemente le daba un espacio en mi cuello. 
Me decía algo al oído, y yo me reía, seguíamos hablando.
Yo miraba a mi alrededor. Era una cocina amplia, limpia. 
No vi colores, todo se veía azul marino por el reflejo de la noche.

Le digo que se debería ir, que tal ves su familia lo estaba esperando, que estaba gastando tiempo conversando conmigo, que se fuera.
Y él me decía que no importaba, un minuto más o un minuto menos no hacía diferencia, que él estaba conmigo ahora y me podría tardar cuanto quisiera.
Yo sé que él tampoco se quería ir.
Seguimos hablando, ni sé de qué.
Pero entre sus palabras, me detenía a mirarlo; su color de piel,
Sus ojos claros.
Su boca, su voz.
Su pelo corto, su nariz tan característica.
Me gustaba que él no se diera cuenta que lo miraba tan detalladamente.
Me gustaba ver los detalles en su boca al hablar.
En la forma en que sus labios sonreían al decir "y".

"Te quiero"
"te quiero", decía en mi mente.





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