Tuesday, September 3, 2013

Tuesday 19:19, September 3/2013

Los pájaros fueron creados para volar. Para escapar y vivir felices en la selva o en la planicie en África. Me da pena cuando veo en la casa de alguien, una jaula como casa para muchos pajaritos, gritando como se escucharía una olla llena de grillos, o como las calles se escucharían en un ataque contra los zombies. Pobres aves, quizás ni se llevan bien, y las tienen encerradas, siendo no libres. Quizás nisiquiera se comunican, ya verse todos los días, olerse todos los días [...] También, como son todos distintos, porque al parecer es más atractivo al ojo humano tener un mismo animalito en muchas distintas especies, lo más probable es que no se entiendan, como las personas que hablan distintos idiomas o tienen distintas culturas, y aún más posible es, que en sus pequeñas vidas sin sentido, tampoco sean compatibles si algún día quieciesen tener una familia en ese ascinamiento. 
Las aves no fueron creadas para eso. Ellas deberían estar en el amazonas en Brasil, o en algún lugar caluroso con animales de colores, cerca de Carnaval. Hace mucho tiempo, salió en las noticias que había gente, a mi gusto mala y satánica, que ponía gatitos en unas botellas y que era lo más “de moda” que había, en verdad no se que habrá pasado con esos gatitos o con esa gente. Me pregunto cómo hacían pipí y cómo podían comer, o tomar agua. Ese es un ejemplo tétrico, pero uno menos tétrico, es el tener a un ave encerrada. Eso es egoísmo, como el perro que no come y no deja comer. 

Como el perro que no puede comer, y no deja que los demás que si pueden comer, no coman.
La gente tiene que parar ese egocentrismo, si siguen empujando esos deseos y haciendo caso a los impulsos, estarán como el viento soplando fuerte, quitándole las plumas al árbol, dejándolo sin alas ni hojas.

Cuando era chica, me gustaba la época de navidad, me gustaban los regalos, también que la gente era más amable. Me gustaba escuchar a mis amigos hablar de sus familiares que venían a visitar desde lejos, o cuando sus abuelos que vivían en otras ciudades les mandaban regalos, con una tarjeta y a veces dinero también. A veces todos los relativos mandaban una tarjeta o seguro llamaban para Noche Buena. Me gustaba el sentimiento de navidad, sin pensar en lo religioso, más en lo comercial quizás, y en lo que se sentía el estar en familia, físicamente juntos. 


En mi casa nunca hicimos algo muy grande, nunca hubo grandes amigos ni familiares, Seguro teníamos algunos regalos y una rica cena el día anterior. Eso ya era un cambio, porque en días normales del año, no se comía cena. Un día, desperté en la mitad de la noche, y me levanté porque quería ver si habían llegado regalos, los esperaba estacionados bajo el árbol, ahí, entre las ramas y las hojas, los contaría cada uno y vería para quiénes eran, así cada año. Era verde y sintético, pero acogedor de todos modos. Brillante por tanta luz, celebrativo con todos los adornos, nostálgico por la música. Cuando terminé el sendero que el pasillo había abierto, vi el sentimiento. Sentí las luces, el calor. No sentí ganas de abrir ningún regalo, ni despertar a los que dormían. Quise por unos minutos mirar, porque quería recordar ese momento. Quice escuchar esa música, y ver esas luces, y el árbol, y entender la época del año en la que estaba viviendo. En ese momento, la imagen de navidad fué nostálgica, no por veces pasadas sino por las que aún tendrían que pasar.


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