En esa misma noche, en
esa misma habitación (que no era tan idéntica a como fue contada), ella
olvido todo lo que había pasado mientras dormía.
La verdad es única:
ella dormía.
Y dormía como siempre,
aunque con sus ojos cerrados parecía que soñaba.
Sus ojos no estaban
cerrados como se cierran dos ojos cansados, ni dos ojos con sueño,
estaban cerrados como se cierran los ojos cuando descansan, descansando
sobre ella.
Yo no podía dormir, solo podía verla soñar.
Hacia un lado
de la cama, tímidamente sobre una almohada, era verano o primavera,
quizás más primavera que verano, nunca puedo estar
seguro.
Pero me iba, durante su sueño me iba.
Y ella no
despertaba.
Yo me iba, y sin encontrar nada que me atara a ella, me iba.
Al ir, descubrí que tenía frio, ya no se encontraba
tan tapada de costumbre, ahora se que era promavera.
Se veía
desnuda, pero estaba vestida. No tan vestida, se podía
observar.
Su desnudez hace acercarme a ella, me acerco a la que
había sido mi cama, a la mujer que estaba ahí.
La cama no importaba.
Podría haber estado sobre otra cosa o sobre la nada. Pero lo importante
es que ella entro allí,
Como un gato reclama su casa, se acerca ella, mira los rincones,
busca un lugar para quedarse, y se queda ahí, indefensa y poderosa. Su poder
le nace de la tranquilidad de saber atacar y escapar.
Yo me fui.
Me fui, pues ella entro ahí y me la
robo.
Nunca supe que
hice, si me acerque por su desnudez o para su desnudez, solo sé que ya
hacia frio, y después de ...no pude seguir pensando.
Una gata sabe
reclamar una casa.
La reclama para ella, pero entra por las ventanas,
nunca gana la llave. Porque no la necesita; y con su soberanía absoluta
te permite seguir en la casa.
Ella me permitía seguir en la cama. Cerca.
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