Siempre he visto con los ojos, pero de alguna manera también he entendido con los sentidos. Yo soy el tipo de personas que cuando toca algo, intenta entender que esta tocando, y qué es lo que esta tocando. Yo soy el tipo de persona que entiende lentamente, y detalladamente y lo mira todo. A veces me gusta memorizar el color de las cosas y los olores también, porque se que nada es para siempre, lo material se va, con tiempo todas las cosas se van o, mejor dicho, yo me voy.
Pero yo se que en algún momento me acordaré de esa vez, cuando vi algo y lo toqué, tratando de memorizarlo para este momento, un día lluvioso, cuando estoy lejos y quiero recordarlo. Muchas veces son cosas inútiles y silenciosas. Como una pared, o una mesa. A veces es el pasamano de una escalera pública. Cosas así, pequeñas, las que tienen sentido para mi. Tienen importancia. Muchas veces no por lo que son, pero porque me han acompañado en una etapa de mi vida, algún momento que no quiero olvidar, o algún lugar que quiero que este conmigo para siempre.
Donde vivía antes, en la plaza de armas había una casita blanca. Tenía forma de casa, pero era como una pérgola, la gente se quedaba adentro, debajo del techito y cubriéndose del sol en el verano, no de la lluvia del invierno porque nunca llovió. Dicen que si uno camina a través de la casita, pasando bajo el techito, estarás amarrado a la ciudad. No en una forma tétrica, pero en el sentido de que aunque vayas muy lejos, siempre volverás a esa ciudad. Creencias populares, o del aburrido, hechas para el que quiera creer.
Nunca toqué esas paredes, ni nada de ahi cuando pasé por debajo de ese techo. Por qué la magia no funciona conmigo? Quiero tocar esas paredes, se que tenían una textura diferente, quizá la pintura las hacía ásperas. Creo que para ese momento no entendía lo interesante que era usar mi memoria. No entendía lo útil que podía llegar a ser el saber usar los poderes de humano.
Cuando caminaba por la ciudad donde viví después, fué distinto. Ya había aprendido a entender otras cosas, otros sentidos, había entendido que ver más allá era posible. Aprendí a imaginar más, a ser feliz también. Me gustaba cuando en el viento se sentía una brisa de noche, a veces fría, y traía humedad consigo. A veces no llovía, pero yo podía ver brillo en el aire, en especial cuando pasaba cerca de una luz.
No sabía que iba a pasar, ni cuándo ni cómo, pero tenía buena voluntad. Poca paciencia quizá, pero Dios sabe porque hace las cosas, y porque nos enseña lo que nos enseña.
Gracias por decir que escribía lindo.
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